El aumento de la diversidad de los sistemas de cultivos ofrece perspectivas alentadoras para mejorar y estabilizar los rendimientos de los cultivos: los sistemas ricos en especies son eficientes en recursos, altamente productivos y resilientes a las fluctuaciones ambientales y a los cambios en el manejo.
Por otro lado, la PAC ha ido evolucionando con el tiempo hacia una consideración creciente de aspectos de sostenibilidad y resiliencia, mencionando explícitamente el aumento de la biodiversidad como práctica a promover. Las nuevas políticas agrícolas llaman a la intensificación sostenible de las producciones para producir alimento para una cada vez mayor población mundial, pero siempre minimizando el impacto sobre el medioambiente de las actividades agrícolas.
Este concepto global implica desde la mejora de los sistemas agrícolas, los canales de comercialización, la transformación del producto, y la puesta a disposición del consumidor final. Dentro de este contexto, el ITACyL pretende con el estudio de cultivos mixtos, mejorar la producción y la sostenibilidad de los forrajes en una región con una importante cabaña ganadera, con los objetivos de reducir las importaciones de materias primas y fomentar los canales cortos de abastecimiento, y reducir al mismo tiempo, el impacto medioambiental de la ganadería.
Para la producción sostenible de forrajes, el uso de mezclas de especies de leguminosas y cereales es una opción utilizada desde antiguo. En estas mezclas los cereales proporcionan la mayor parte de la energía y las leguminosas, normalmente en menor proporción, contribuyen a aumentar el contenido en proteína, el contenido en minerales, como el fósforo, y en fibra soluble (Muir et al 2011). Desde el punto de vista agronómico, el potencial de las mezclas de especies dentro de un sistema agrario para aumentar la diversidad, es mucho mayor que la de otras técnicas agrarias como puede ser la tradicional rotación de cultivos, o la más reciente, ocupar parte del suelo con vegetación silvestre (Bybee-Finley and Ryan 2018).
Entendemos como mezclas de cultivos (mixed intercropping) la práctica agrícola que cultiva dos especies al mismo tiempo en la misma parcela y sin una configuración espacial particular. Los beneficios de estos sistemas de cultivo se basan en la complementariedad, por una parte, en la utilización de recursos (diferentes especies con diferente arquitectura y fenología, hacen un uso diferente de los recursos) y por otra, en los procesos por los cuales una especie es capaz de mejorar las condiciones ambientales de otra, p.ej. cuando las leguminosas ponen N a disposición de un cereal (Bybee-Finley and Ryan 2018). Por tanto, la forma más sencilla de seleccionar las especies de una mezcla, consiste en aumentar la diversidad funcional, antes que la diversidad taxonómica.
Uno de los beneficios del cultivo de mezclas está relacionado con la producción y estabilidad del rendimiento. Se dice que el rendimiento de una mezcla mejora cuando la producción de la mezcla es superior al rendimiento de la media de cada componente cultivado en solitario. Esta mejora del rendimiento se debe principalmente a un mejor aprovechamiento de los recursos, que dejan de estar disponibles para las malezas. El uso de mezclas con leguminosas puede reducir hasta un 56% la biomasa de malezas de un monocultivo (Verret et al., 2017). Cuando la productividad aumenta por encima del mejor componente de la mezcla cultivado en solitario, lo cual no es frecuente, normalmente se debe a la simbiosis que se establece entre los diferentes cultivos (Bybee-Finley y Ryan, 2018). También se ha visto que las mezclas de especies disminuyen el riesgo de un colapso del cultivo y por tanto aumentan la estabilidad de los rendimientos a lo largo del tiempo y en diferentes ambientes (Raseduzzaman y Jensen, 2017).
En general, el cultivo de mezclas de especies reduce el efecto de plagas y enfermedades. En primer lugar, por un efecto de dilución (se reduce el número de huéspedes), y también, por un efecto barrera de las plantas resistentes, además de que se compensan los bajos rendimientos de la especie afectada (Borg et al 2017).
En relación con la salud del suelo, se reducen las pérdidas de nitrógeno y aumenta el contenido de materia orgánica, ya que aumenta la biomasa de raíz que queda en el terreno después de la cosecha (Cong et al 2015). Además, aumenta la biodiversidad de los microorganismos del suelo haciendo los nutrientes más accesibles a las plantas y haciendo que puedan competir mejor con los patógenos del suelo (Vukicevich et al 2016).
Algunas de estas ventajas han sido constatadas en el proyecto FEADER (PDR-JCyL) “Nuevas estrategias para la producción de forrajes de calidad” coordinado por el ITACyL donde se ensayaron mezclas en diferentes proporciones de cebada y guisante en tres localidades y durante dos campañas. En relación a la cantidad de malezas, se encontraron diferencias significativas entre las tres localidades, y entre los diferentes tratamientos, siendo la mezcla más eficiente la formada por la cebada al 66% y el guisante al 33% de la dosis normal (Barrios et al 2022). En cuanto al rendimiento, se encontró que la mezcla fue más eficiente en el ambiente más desfavorable, donde la proporción de guisante fue estadísticamente significativa (Figura 1) (Barrios et al 2023).
Fig 1. Análisis de superficie respuesta para el rendimiento en biomasa seca en función de la proporción de guisante y cebada en la mezcla.
En estos momentos el ITACyL participa en el proyecto PRIMA PCI2023-143417 (The making of fragile agro-ecosystems productive, adaptive and sustainable: multifunctional agro-pastoralism PAS-AGRO-PAS) financiado por MCIN/AEI/10.13039/501100011033 y cofinanciado por la Unión Europea (PRIMA Section 2 Call multi-topics 2022), en el que se están estudiando diferentes mezclas cereal-leguminosa, y el efecto del cultivo y del pastoreo sobre la salud del suelo (Fig. 2).
Fig. 2. Ensayos de cultivos mixtos con pastoreo en Valladolid 2024.
Como conclusión, podemos decir que los forrajes se producen para alimentar el ganado, y, aunque cada vez es mayor el número de consumidores que creen que es mucho más sostenible medioambientalmente hablando, consumir proteína de origen vegetal en nuestras dietas, lo cierto es que la ganadería es y continuará siendo una actividad productiva muy importante para nuestra región. Por tanto, producir forrajes de forma más sostenible, al tiempo que mejoramos su rendimiento y calidad nutricional, ayudará a mitigar los impactos negativos de la ganadería sobre el medio ambiente (Capstaff and Miller 2018).